Fui consciente de mi afición por la montaña el verano de 2009. Después de muchos años de crecer en un grupo eskaut y de incontables excursiones, campamentos en la naturaleza y rutas de varios días, el primer verano tras finalizar el colegio fui con varios amigos a Pirineos a repetir parte de uno de los campamentos que habíamos hecho años atrás. Fue la primera salida a la montaña que organicé: sin duda, tantos años de actividades al aire libre habían calado y, cuando ya no iban a “llevarnos”, decidimos ir nosotros.
Desde entonces he seguido descubriendo lugares, muchas de las montañas del País Vasco y alrededores, sobre todo de Bizkaia, pero también han sido incontables las aventuras por las zonas de las merindades y los Pirineos, con incursiones por los Picos de Europa, la sierra de Gredos o la montaña palentina, entre otras.
En mi formación universitaria como ingeniero uno de los proyectos que desarrollé acabó publicado en Internet. Se trataba de una “enciclopedia” colaborativa de las montañas. El proyecto, aunque sigue en línea, era demasiado pretencioso como para poder decir que, 13 años después, haya cumplido su objetivo.
La afición por la montaña siguió desarrollándose. En una de mis escapadas a la zona del Castro Valnera eché en falta un buzón en una pequeña cima cercana al puerto de las Estacas de Trueba, el Peñanegra, y consultando por Internet leí que su colocación está reservada a clubes de montaña. Todavía recuerdo el día que, con uno de los grandes amigos que me han acompañado en muchas de las aventuras, nos miramos y dijimos: “pues si hay que tener un club, se crea”. No mucho después fundamos el club de montaña que hoy presidimos.
En esta web, con muy pocas pretensiones, pretendo construir un espacio donde compartir algunos de los lugares que he descubierto y que tienen un valor especial para mí, así como aportar mi experiencia en algunos de los temas con los que más frecuentemente he tenido que ayudar: sobre organización de marchas, seguridad en la montaña, o cómo aprovechar la tecnología al alcance de la mano de cualquiera para descubrir nuevos lugares y hacerlo de forma más segura, además de abordar algunas de las amenazas a las que se enfrentan nuestros espacios verdes y, por supuesto, las iniciativas para defenderlos.
La vida me ha enseñado que los lugares no son especiales por el lugar en sí sino por las experiencias que lo conducen a uno a descubrir dicho lugar y las personas que lo han acompañado hasta allí. Por eso, emblemáticos pueden ser muchos lugares como el Anboto o el Gorbea; pero especiales son los que a cada uno la vida le ha puesto en el momento adecuado del camino. Espero humildemente contribuir a descubrir algunos de esos lugares que han aparecido en mi camino y que ayuden a que cada cual vaya descubriendo los suyos y construyendo su particular mapa de la vida.
Siendo Pirineos donde he vivido algunos de los mejores momentos, descubrir que las famosas marcas blancas y rojas permiten recorrer todo el Pirineo de costa a costa, desde el cabo Higuer en Gipuzkoa hasta el Cap de Creus en Cataluña, me suscitó el deseo de recorrer el sendero GR 11 de extremo a extremo. Es una empresa demasiado ambiciosa para ser abordada de una sola vez. Tal vez pueda ir descubriendo los muchos lugares con el paso de los años. Es posible que nunca termine de recorrer el camino completo. Poco importa: el valor está en recorrer el camino, no tanto en llegar al destino, como dice el poema de Kabafis. En definitiva: en caminar “tras la senda”.